Del Vacío a la Conexión: Una Nueva Perspectiva para el Trastorno Límite de Personalidad

Ps. Mg. (c) Nicole Martinez Bizama.

El Trastorno Límite de la Personalidad (TLP), se caracteriza por una serie de síntomas, que incluyen inestabilidad emocional, relaciones interpersonales turbulentas y una autoimagen fluctuante. En los manuales de orden categorial podemos encontrar una serie de características que definen este trastorno de personalidad con un cumplimiento de determinados criterios mínimos para su diagnóstico, en general esta información asociada a los manuales ya no es de consulta exclusiva de los profesionales de salud mental, ya que en la práctica podemos observar como el acceso a la información que permite el internet está al alcance de la población, siendo las personas con acceso a la red quienes buscan información respecto a lo que experimentan.

Sin embargo, el afán de saber qué les ocurre y buscar bienestar en una explicación o un tratamiento, expone a las personas a acceder a información con más potencial de daño al no ser asesoradas o encontrarse en condiciones subjetivas vulnerables. La ausencia de un(a) terapeuta que encuadre y contextualice la información, puede transformarse en una lectura literal que genera estigmatización y comprensión desesperanzadora del patrón de funcionamiento TLP.

Los criterios del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM),  configuran la búsqueda y resultados más frecuentes en internet, centrando como elemento principal el patrón de funcionamiento de las personas con TLP.  Dentro de estos encontramos la sensación crónica de vacío, el que se presenta como un síntoma prominente, que se manifiesta con una  angustia intensa y deterioro significativo en la calidad de vida, no solo por la percepción  del paciente, sino también por la relación que establece con sus propias vivencias. En la práctica, frente a este elemento los pacientes muestran desesperanza y una comprensión de sí mismos que precipita la devaluación, refuerza creencias centradas en el déficit, la falta de algo y una pauta de devaluación interna que no contribuye al proceso de cambio.

Si vamos al significado de la palabra “vacío”, la gran mayoría podría responder que esto significa la ausencia de algo, en la definición tradicional de este criterio puede describirse como una experiencia de insatisfacción continua, donde la persona siente que «falta algo» en su vida, lo que puede llevar a comportamientos autodestructivos como la búsqueda de relaciones inestables o el consumo de sustancias, buscar estímulos que generan emociones intensas, que activen los circuitos de recompensa y logren provocar la sensación de satisfacción de sus necesidades emocionales y vinculares.

Sostener esta narrativa acerca del “vacío” puede reforzar la desesperanza. Los pacientes pueden sentirse atrapados por la creencia de que están inherentemente vacíos, lo que sumado a la devaluación y creencias de no poseer los recursos suficientes o no tener lo necesario puede obstaculizar su progreso terapéutico.

Esto refleja la necesidad de plantear que la sensación de vacío no es simplemente la ausencia de algo, sino la manifestación de una desconexión interna. Este marco de referencia permite replantear cómo nos acercamos a la terapia y a la comprensión del TLP.

Si revisamos otras disciplinas que se han referido a la noción de “vacío”, encontraremos que en la física cuántica se niega la existencia del vacío, considerándolo más bien como una “potencialidad” de conexión en elementos inconexos . Aquí el vacío no es un estado de nada, sino un campo lleno de energía y posibilidades. Esta analogía puede trasladarse a la experiencia humana: el “vacío interno” puede interpretarse como un área de potencial conexión, donde podríamos centrarnos en el desarrollo de los elementos potenciales, centrando el trabajo en terapia en la transformación de estos elementos y su conexión para una noción más saludable.

Esta desconexión que se experimenta en el TLP, al igual que en la física cuántica, donde las partículas pueden estar en un estado de coexistencia y superposición, en la psicología, las diversas partes de la identidad de una persona pueden estar coexistiendo desconectadas, es decir aquello que siento o experiencias respecto de mí mismo y los demás puede no tener relación con aquello que pienso y observo, llevando al paciente a un estado de confusión de su propia experiencia. Este estado de confusión persistente puede ser un factor de vulnerabilidad que genera distorsión en la percepción y atribuciones de devaluación.  La terapia puede ayudar a traer esas partes a un estado de integración y conexión.

Basados en la necesidad de integración y el desarrollo de procesos de bienestar, en la psicoterapia se busca favorecer un desarrollo óptimo en la comprensión del sí mismo, respetando principios éticos que hacen de la terapia un proceso que beneficie y evite prácticas iatrogénicas derivadas de la idea de hablar “del vacío”, proponiendo una conceptualización alternativa en donde propongo el hablar más bien de «desconexión de partes».

A mí modo de ver, conceptualizar la experiencia subjetiva como “desconexión” puede ser más útil y menos estigmatizante que la noción de “vacío”. Sugiere que el individuo tiene el potencial de reconectar y encontrar un sentido de plenitud.

Cambiar la narrativa sobre la sensación de vacío y significar como sensación de desconexión, puede movilizar a los pacientes a explorar y “reconectarse” con sus emociones y experiencias pasadas, promoviendo un enfoque de sanación más poderoso y esperanzador, centrado en conectar en el presente y aquello que ha cambiado.

El impacto del lenguaje que usamos para describir las sensaciones de las personas influye en cómo se ven a sí mismas. Una narrativa negativa sobre la experiencia del vacío puede llevar a la desesperanza o al estigma. Por ejemplo, describir la sensación de vacío como un «agujero negro» puede generar miedo y evitar la exploración de la identidad, mientras que considerarlo como un «espacio de oportunidad» puede fomentar la curiosidad y aumentar la sensación de eficacia sobre la tolerancia al malestar que esos elementos puedan generar en el paciente.

Es crucial desarrollar un lenguaje más inclusivo y positivo que permita a los pacientes ver su situación como una parte de su viaje, no como una condena a la desolación. Este cambio en la narrativa puede empoderar a los individuos para que busquen la reintegración de sus partes desconectadas en lugar de identificarse únicamente con su vacío.

Propongo un enfoque centrado en la reconexión, focalizarse en ayudar al paciente a identificar y aceptar las diferentes partes de su identidad mejorando el diálogo interno. Esto puede incluir trabajo en emociones, recuerdos y valores que han sido reprimidos o desconectados, agregando técnicas que provengan de terapias de tercera generación o de enfoques sistémicos, que incluya elementos del trabajo en la conexión con el presente, la narrativa y los discursos acerca de sí mismo, identificar y trabajar las creencias que refuerzan la idea de “vacío”. También se pueden considerar prácticas creativas como el arte o la escritura expresiva para facilitar la auto-exploración y el desarrollo de esta conexión.

Resignificar el concepto de “vacío” en términos de “desconexión” permite un enfoque más integrador y esperanzador en la terapia en tanto promueve o abre la posibilidad de observar posibles conexiones, disminuyendo la probabilidad de estigmatización y generando  la necesidad de más estudios que exploren cómo esta nueva concepción impacta el proceso terapéutico y el bienestar de los pacientes con TLP.