En el marco de nuestro compromiso con una formación ética, crítica y transformadora, en CESIST realizamos el seminario gratuito “Cuerpos, memorias y resistencias: Trauma desde la perspectiva de género”, una instancia profundamente significativa que reunió a profesionales, estudiantes y personas interesadas en comprender el trauma más allá de los enfoques clínicos tradicionales.
Desde el inicio del encuentro, se destacó la necesidad urgente de pensar el trauma como una experiencia que no solo marca la vida individual, sino que se inscribe en tramas sociales atravesadas por el patriarcado, el racismo, el clasismo y otras estructuras de poder. Esta mirada complejiza nuestra comprensión del dolor psíquico y nos invita a no perder de vista las violencias sistemáticas que lo perpetúan.
“El trauma no es solo una herida, sino también una repetición en el cuerpo y en la memoria, sostenida por estructuras que silencian, deslegitiman y aíslan a las personas sobrevivientes”.
Trauma, cuerpo y poder
Durante el seminario, se profundizó en las diferencias entre el trauma agudo y el trauma complejo, remarcando que muchas personas —especialmente mujeres y disidencias— experimentan traumas sostenidos en el tiempo, a menudo invisibilizados por las narrativas dominantes. El trauma, se señaló, no es solo un hecho pasado: se encarna, se repite y se reactualiza en contextos relacionales y sociales.
“El cuerpo recuerda incluso cuando las palabras fallan. El temblor, la tensión, el insomnio… todo habla”.
El cuerpo, en este sentido, fue presentado no como una entidad aislada, sino como territorio simbólico, político y emocional, donde se alojan las memorias del dolor, pero también las posibilidades de resistencia. Escuchar al cuerpo, acoger sus señales y trabajar desde una perspectiva de seguridad y agencia, se vuelve esencial en cualquier proceso terapéutico ético y comprometido.
Ética, narrativas y acompañamiento
Otro de los ejes centrales fue la ética en el acompañamiento psicoterapéutico, especialmente cuando se trabaja con sobrevivientes de violencia de género. Se advirtió sobre el riesgo de que la psicoterapia se convierta en un dispositivo de manipulación si se practica desde el individualismo, la patologización o el uso irresponsable del lenguaje.
Por el contrario, se propuso un enfoque que priorice la creación de espacios seguros, éticos y no revictimizantes, donde las personas puedan resignificar sus historias desde la autoexpresión, la autocompasión y el fortalecimiento de su autonomía. Se compartieron experiencias de trabajo grupal con mujeres sobrevivientes de violencia política, mostrando cómo el relato compartido y la reescritura de la propia narrativa pueden ser formas poderosas de sanación colectiva.
Recuperar la voz, recuperar el cuerpo
Uno de los momentos más conmovedores del seminario fue el testimonio de una sobreviviente de violencia sexual, quien compartió con valentía cómo ha transitado su camino de recuperación desde 2019 hasta hoy. Su historia nos recordó que, aunque el trauma deja huellas profundas, también es posible recuperar la voz, reconstruir la confianza y vivir más allá del miedo, sobre todo cuando contamos con redes de apoyo sólidas y espacios que dignifican nuestras experiencias.
“El trauma complejo necesita un abordaje clínico que no solo contenga, sino que comprenda profundamente el entramado relacional que lo sostiene”.
Este seminario no solo nos ofreció herramientas conceptuales y clínicas, sino que también nos interpeló profundamente como comunidad. En tiempos donde la violencia se normaliza y se silencia, generar estos espacios de reflexión crítica es también un acto de resistencia.
“Cuando el dolor se nombra en colectivo, deja de ser sólo herida para volverse también fuerza, verdad y camino”.
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